Me considero una persona solitaria. ¿Por qué? Porque
así lo soy, es mi forma de ser. Las personas solitarias nos creemos que somos
lo suficientemente fuertes para soportar todo solas. Si tenemos un problema, no
acudiremos a pedir ayuda. Simplemente intentamos solucionarlo como podemos. Si
necesitamos desahogarnos, no iremos a hablar con otra persona. Le hablaremos a
la nada, a nosotros mismos. Somos nuestros propios oídos. Y así nos planteamos en nuestra cabeza
múltiples ideas, aconsejándonos. Las personas solitarias, jamás admitiremos
estar mal. Enfrentamos al mundo con una sonrisa
en el rostro, y lloramos a escondidas, donde nadie pueda vernos. Ningún
otro ser humano conoce sobre nuestros dolores o sufrimientos, porque los
suprimimos, los escondemos, los guardamos dentro. A veces creemos que estallaremos, porque
tenemos tantas cosas guardadas, tantas palabras jamás dichas, tantas
desilusiones, tantas promesas rotas, tantos sueños desvanecidos que sentimos que
no podremos soportar un minuto más, que en cualquier momento gritaremos todo.
¿Gritar? Suena tan estúpido pensar en eso, porque jamás gritamos. Somos las
personas más silenciosas del mundo. Si queremos descargarnos probablemente nos
lastimemos a nosotros mismos con palabras, con gestos, odiándonos, siendo miserables. Ser una
persona solitaria no es tarea fácil. Caminamos solos, o al menos eso creemos.
Miramos hacia todas las direcciones, pero nunca encontramos a nadie. ¿Problema
de la sociedad? No lo creo… Nosotros no confiamos fácilmente. Queremos hacerlo
pero no podemos, no nos sale. Y la gente se aleja porque nos cree demasiado
fríos, demasiado raros, demasiado tímidos. Y ya no nos quedan ganas para
intentar ser aceptados. Y observamos el mundo a lo lejos, todo lo que gira
alrededor nuestro. La felicidad de los demás siempre sigue en pie, pero la
nuestra decrece. Y no nos importa. Somos solitarios y así no lastimamos a
nadie. No herimos. No ofendemos. Pero más de una vez necesitamos un abrazo, una
sonrisa, una palabra. Más de una vez soñamos con una persona que camine con
nosotros y nos tomé de la mano. Lloramos. Le pedimos al cielo, al destino, a
algún Dios que nos envié a esa persona que sepa entendernos. Y a algunos les
llega. Pero otros mueren esperándola. Solos. Solitarios.
Se me caen lagrimas al leer esto... :'(
ResponderEliminar