viernes, 3 de mayo de 2013

The lonely people.


Me considero una persona solitaria. ¿Por qué? Porque así lo soy, es mi forma de ser. Las personas solitarias nos creemos que somos lo suficientemente fuertes para soportar todo solas. Si tenemos un problema, no acudiremos a pedir ayuda. Simplemente intentamos solucionarlo como podemos. Si necesitamos desahogarnos, no iremos a hablar con otra persona. Le hablaremos a la nada, a nosotros mismos. Somos nuestros propios oídos.  Y así nos planteamos en nuestra cabeza múltiples ideas, aconsejándonos. Las personas solitarias, jamás admitiremos estar mal. Enfrentamos al mundo con una sonrisa  en el rostro, y lloramos a escondidas, donde nadie pueda vernos. Ningún otro ser humano conoce sobre nuestros dolores o sufrimientos, porque los suprimimos, los escondemos, los guardamos dentro.  A veces creemos que estallaremos, porque tenemos tantas cosas guardadas, tantas palabras jamás dichas, tantas desilusiones, tantas promesas rotas, tantos sueños desvanecidos que sentimos que no podremos soportar un minuto más, que en cualquier momento gritaremos todo. ¿Gritar? Suena tan estúpido pensar en eso, porque jamás gritamos. Somos las personas más silenciosas del mundo. Si queremos descargarnos probablemente nos lastimemos a nosotros mismos con palabras, con gestos,  odiándonos, siendo miserables. Ser una persona solitaria no es tarea fácil. Caminamos solos, o al menos eso creemos. Miramos hacia todas las direcciones, pero nunca encontramos a nadie. ¿Problema de la sociedad? No lo creo… Nosotros no confiamos fácilmente. Queremos hacerlo pero no podemos, no nos sale. Y la gente se aleja porque nos cree demasiado fríos, demasiado raros, demasiado tímidos. Y ya no nos quedan ganas para intentar ser aceptados. Y observamos el mundo a lo lejos, todo lo que gira alrededor nuestro. La felicidad de los demás siempre sigue en pie, pero la nuestra decrece. Y no nos importa. Somos solitarios y así no lastimamos a nadie. No herimos. No ofendemos. Pero más de una vez necesitamos un abrazo, una sonrisa, una palabra. Más de una vez soñamos con una persona que camine con nosotros y nos tomé de la mano. Lloramos. Le pedimos al cielo, al destino, a algún Dios que nos envié a esa persona que sepa entendernos. Y a algunos les llega. Pero otros mueren esperándola. Solos. Solitarios.

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